Autores de Polonia investigaron la relación entre el síndrome de fragilidad y las preocupaciones de los pacientes sobre el implante de un cardiodesfibrilador y publicaron sus resultados y conclusiones en la edición de marzo de 2020 del International Journal of Environmental Research and Public Health*.
El síndrome de fragilidad (SF) es un síndrome clínico común en los ancianos que conlleva un mayor riesgo de resultados de salud deficientes, incluidas caídas, discapacidad, incidentes de hospitalización y mortalidad. El síndrome de fragilidad es causado por trastornos subclínicos en los sistemas multiorgánicos que conducen a la pérdida de la reserva homeostática y la inmunidad. Una de las desventajas centrales es la pérdida de masa y fuerza muscular relacionada con la edad, la sarcopenia, que se define por una serie de criterios fenotípicos: marcha lenta, fuerza muscular débil, pérdida de peso involuntaria, poca actividad física y agotamiento.
Por definición, el síndrome también causa un deterioro cognitivo y una mayor sensibilidad a los factores estresantes. Esto puede resultar en una mayor incidencia de ansiedad y depresión y, por lo tanto, preocupaciones sobre el nuevo método de tratamiento que se está utilizando. Los estudios han demostrado que el síndrome de fragilidad es un factor de riesgo importante en los casos de muerte y readmisión en pacientes que han recibido un CDI para la prevención primaria y secundaria de la muerte súbita cardíaca (MSC)
Señalan los autores que aunque el tratamiento con un CDI extiende la vida de los pacientes que tienen un alto riesgo de muerte cardíaca súbita, también puede afectar la calidad de vida y el rendimiento del paciente.
Algunos pacientes pueden desarrollar ansiedad y depresión, y estos trastornos son los más graves en pacientes que han experimentado disparos del dispositivo implantado innecesarios y frecuentes.
Las descargas espúreas del CDI ocurren en el 19% – 35% de los pacientes, y en la mayoría de ellos, el disparo se asocia con sensaciones muy desagradables. Según la literatura, la activación del CDI puede tener un impacto negativo en el funcionamiento del paciente en la esfera psicológica. La mayoría de los investigadores cree que la acumulación a corto plazo de descargas y las llamadas tormentas eléctricas (al menos tres disparos en 24 h) pueden provocar trastornos graves de ansiedad-depresión, que en casos extremos se asemejan al trastorno de estrés postraumático.
La asociación de una situación neutra con el disparo de un dispositivo refuerza las conductas que tienen como objetivo evitar los factores que provocaron las descargas del dispositivo. Como resultado, esto conduce a una limitación significativa de varios tipos de actividad del paciente, por ejemplo, evitar cualquier esfuerzo físico por miedo a disparar o evitar los lugares, personas y situaciones que recuerdan las circunstancias en las que el disparo una vez ocurrió.
El objetivo del estudio fue evaluar el impacto del síndrome de fragilidad en el aumento del número de problemas relacionados con el dispositivo después de la implantación.
La muestra de estudio fue un grupo de 103 pacientes consecutivos (85 M; edad 71,6 ± 8,2) con un dispositivo implantado. Se utilizó el Cuestionario de Preocupaciones del CDI (ICDC por sus siglas en inglés) para analizar sus preocupaciones sobre la vida, y la Escala de Indicador de Fragilidad de Tilburg (TFI) para diagnosticar la fragilidad.
En el grupo de pacientes incorporados al estudio, el 73% había reconocido fragilidad (83,3% mujeres, 74,1% hombres); el valor medio en puntos fue de 6,55 ± 2,67.
La puntuación total del cuestionario ICDC para los pacientes con un desfibrilador automático implantado fue de 34,06 ± 18,15. Los pacientes con síndrome de fragilidad tuvieron puntuaciones estadísticamente (p = 0,039) más altas (36,14 ± 17,08) en comparación con los pacientes sanos (27,56 ± 20,13).
En el análisis de regresión logística, la presencia de fragilidad se asoció fuertemente con la puntuación total del cuestionario (OR = 1.0265, p = 0.00426), la gravedad de las preocupaciones (OR = 1.0417, p = 0.00451) y las preocupaciones específicas del dispositivo (OR = 1,0982, p = 0,00424).
En conclusión, el síndrome de fragilidad ocurre en aproximadamente el 80% de los pacientes después de la implantación de un CDI. La presencia del síndrome de fragilidad se asoció fuertemente con las preocupaciones sobre el dispositivo.
* Mlynarska A, Mlynarski R, Uchmanowicz I, Marcisz C, Golba KS. The Relationship between Frailty Syndrome and Concerns about an Implantable Cardioverter Defibrillator. Int J Environ Res Public Health. 2020 Mar 17;17(6):1954. doi: 10.3390/ijerph17061954. PMID: 32192011; PMCID: PMC7142564.